jueves, 12 de julio de 2012

Adaptación del texto de Juan Rulfo: Pedro Páramo



Llegué a Cañete porque me dijeron que aquí había vivido mi abuelo, un tal Lucho Panchano. Mi madre me lo dijo. Yo juré que iría apenas ella muriese. Le acaricié los cabellos como enfatizando mi promesa, pues ella estaba delirando. Cómo iba a negarle una promesa a mi madre. “Tienes que encontrar la manera de llegar a la casa”, dijo en voz baja, casi sin poder escucharla. El nombre del lugar ya lo sabía; no obstante, igual me decía: “no sé si lograrás reconocer a la gente, pero ellos de seguro te reconocerán a ti”. Yo no pude decir que no, sólo asentí con la cabeza, y fue mucho el tiempo que seguí asintiendo, fue tanto que me pareció casi imposible separar las yemas de mis dedos de sus blancos cabellos. Para cuando me di cuenta, ya había muerto.

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